Un día hace más de 133 años, en
1885, el Teniente de Navío de la Armada Española, Pedro Novo y Colsón estaba
entregado a la lectura de su libro favorito “Historia general de los descubrimientos marítimos” del inglés W. Desborough
Cooley, cuando advirtió, con más disgusto que sorpresa, el siguiente comentario
con referencia a la exploración de la costa Noroeste de América: “Como la ignorancia de los españoles igualaba
en esta época a su reserva y silencio, es posible que el Virrey no supiese la
existencia de un navegante inglés llamado James Cook el cual había hecho ese
estudio el año anterior con el firme propósito de comunicar sus resultados a
todo el universo”.
Para otros lectores posiblemente esta
referencia hubiese pasado como otro eslabón en la larga cadena de elementos
propagandísticos que se conoce hoy como la “leyenda negra”, alimentada en gran
parte por los súbditos del Rey de Inglaterra, en el marco del pulso político
por la influencia en Europa. Pero Novo,
además de marino era historiador y sabía que la afirmación de Desborough
pretendía ocultar algo, con secreta envidia.
Motivado por este disgusto, el
Teniente se puso a investigar y desempolvó unos viejos legajos que lo dejaron “subyugado, aturdido, lleno de emoción gratísima
y patrio orgullo, ante la lectura del asombroso al par que desconocido viaje de
circunnavegación efectuado por los españoles desde 1789 hasta 1794, a bordo de
las corbetas “Descubierta” y “Atrevida”.
Lo que Novo había (re)-descubierto
(¡100 años después!) eran los diarios, informes, mapas e ilustraciones de lo
que hoy conocemos como la “Expedición
Malaspina”. A continuación, tomó una
decisión trascendente: publicarlos en forma íntegra, como declarada refutación
a Desborough y sus fuentes inglesas, pero también “porque tanto se adelantaron a su tiempo aquellos oficiales y tan
profunda y discretamente meditaba Malaspina que…son hoy enseñanzas provechosísimas
todas sus páginas”.
La expedición Malaspina había
nacido como una iniciativa propia de los Capitanes de Fragata, Alessandro
Malaspina (napolitano) y José de Bustamante y Guerra (cántabro), mientras
estaban destinados en la Isla de León (Cádiz).
Pero fue rápidamente aprobada y apoyada por el Ministerio de Marina y el
por el propio Rey Carlos III. Los preparativos
duraron más de un año e incluyó la construcción de las dos corbetas, diseñadas
específicamente para la investigación (con un toque de humor, Malaspina las
nombró tomando en sorna los nombres de las dos corbetas del citado Cook: la “Resolution” se convirtió en la “Atrevida”
y el “Discovery” en la “Descubierta”).
La dotación científica incluyó
una enorme diversidad de talentos de diferentes ramas científicas: astrónomos e
hidrógrafos, pintores y dibujantes, botánicos y naturalistas. De diferentes nacionalidades: españoles pero
también, italianos, checos, franceses.
Se adquirieron y desarrollaron una variedad de instrumentos científicos
y se documentó paso a paso, día a día, cada uno de los experimentos y
observaciones.
En esos cinco años, los buques
españoles recorrieron 42,000 millas náuticas y tocaron islas Canarias,
navegaron por las costas de Sudamérica hasta el Río de la Plata, siguieron
hasta las islas Malvinas, recalando antes en la Patagonia. Doblaron el cabo de
Hornos y pasaron al Pacífico, explorando la costa chilena y peruana, y Panamá,
para alcanzar finalmente Acapulco en abril de 1791.
Luego buscaron el paso del
Noroeste, que se suponía unía los océanos Pacífico y Atlántico, recorriendo la
costa de Alaska, donde se convencieron de que no había tal paso. Volvieron
hacia el sur, hasta Acapulco por la isla de Vancouver) y Monterrey en
California. Siguieron por el Pacífico, navegando a través de las islas
Marshall, las Marianas, Filipinas y Macao. Progresaron a través de las islas
Célebes y las islas Molucas, llegando hasta Nueva Zelanda y Australia. Desde allí regresaron al puerto de El Callao,
tocando en la isla de Vava'u, y desde allí, por el cabo de Hornos, volviendo a
fondear en las islas Malvinas, y explorando las remotas Georgias del Sur. Desembarcaron
en Cádiz el 21 de septiembre de 1794.
La expedición no sólo realizó
trabajo de campo. En tierra, se convocó a numerosos otros científicos y
estudiosos, se relevaron otras fuentes escritas y se desarrolló un trabajo de “back
office”, que permitió crear un corpus de conocimiento mucho más completo. Pero, además, se apoyaron en las autoridades
locales y recibieron la colaboración de los científicos de cada sitio, para
ampliar las tareas de investigación.
Hasta se permitieron hacer un estudio de largo alcance sobre la organización
económica y política de las colonias españolas (que luego se demostró muy
acertado).
La lectura de los diarios, mapas,
catálogos de minerales, estudio de flora y fauna resultó apasionante para el
Teniente Novo (como lo es ahora) porque muestra el día a día de un Mundo en plena
Transformación. Un mundo que se reducía, a medida que se iban cartografiando
sus límites, y que, merced a la investigación científica, iba revelando sus
secretos y abriendo enormes posibilidades para el Progreso de la Sociedad.
“El viaje enriqueció copiosa y extraordinariamente la Botánica, la
Litología y la Hidrografía. Las experiencias sobre la gravedad de los cuerpos,
repetidos en ambos hemisferios y a diversas latitudes, condujeron a importantes
averiguaciones sobre la figura no simétrica de la tierra, asimismo se
efectuaron experimentos como fundamento de una nueva medida en Europa,
universal, verificable y tan constante como las leyes de que depende.
Estudiaron la vida civil y política de los pueblos visitados y la historia de
las emigraciones, así como los progresos su civilización desde el estado de
ignorancia primitivo. También se reconocieron nuestros territorios,
producciones y tesoros que darán origen a combinaciones capaces de robustecer
la Monarquía y todo ello sin que se perdiera ninguna vida humana pues todas las
tribus y pueblos visitados bendecían la memoria de quienes les dieron nociones,
instrumentos y semillas útiles” (“Gazeta de Madrid”, fragmento de la memoria de
la presentación al Rey Carlos IV de los capitanes de la expedición, el 7 de
diciembre de 1794)
Salvando las distancias, me gusta
pensar que el blog “A un
Clic de las TIC” recoge el espíritu de esos antiguos pioneros. Creado por la iniciativa de unas pocas
personas, Mercedes Núñez, Carmen Ruano, Pilar Calonge, Elena Ormaechea (la
primera justamente de Cádiz), en un ambiente fuertemente jerárquico como el de
una compañía multinacional, consiguieron los apoyos necesarios para llevar
adelante el proyecto durante una travesía de 8 años.
Además, consiguieron la
colaboración desinteresada de decenas de profesionales de muy diversas áreas,
disciplinas y hasta nacionalidades, pero teniendo en común la curiosidad
intelectual de explorar una determinada tecnología, divulgar un descubrimiento
reciente, compartir los hallazgos en comunidad y de relacionarse entre sí, para
componer un nuevo medio. No tenemos la
perspectiva de los 100 años de Novo, pero creo que todavía no se comprenden las
consecuencias de este éxito.
Ya no hace falta recorrer 42,000
millas náuticas para recoger esos datos de campo (hoy podemos acceder a ellos a
través de millones de kilómetros de fibra óptica en lo que España y Telefónica
son, otra vez, pioneros). Pero exige el
mismo esfuerzo de análisis, interpretación, comparación y la lectura de miles
de fuentes todos los días (sólo hay que asistir a una reunión mensual de “A un
Clic” para darse cuenta). Y tenemos una
ventaja, hemos aprendido a no ser tan “reservados” y “silenciosos”: nuestra
visión sobre la transformación digital se transmite todos los días a cualquier
persona que quiera acceder a ella a través de este blog o bitácora digital.
(No es tan extraña la comparación, en 2010/11, la Armada Española y el
CSIC recrearon la Expedición Malaspina con un viaje homenaje de
32,000 millas de los buques “Hespérides” y “Sarmiento de Gamboa”. Y para
transmitir los hallazgos y el día a día del viaje, utilizaron la tecnología de
blogging por la cual cualquier persona podía seguir la misión).
“A un clic de las TIC” me remite al punto de vista del Teniente
Novo. La sensación de estar mirando día a día como se consuma la Transformación
Digital de nuestra Sociedad, desde el mismo lugar en que lo veían los lectores
de la época de la Ilustración. A la
distancia, espero que no dentro de 100 años, podremos analizar cómo se fue
produciendo este cambio, y anticipar futuras tendencias. El reconocimiento del Presidente de Telefónica
España a esta iniciativa, creo que va en esa dirección.
En síntesis, mi reconocimiento a
todos los que crearon y hacen posible “A un Clic de las TIC”. Probablemente
ninguno de los capitanes e investigadores a bordo de la “Atrevida” o la “Descubierta”
tampoco tenían una perspectiva clara de lo que estaban logrando con las frustraciones,
dificultades y el esfuerzo del día a día. Pero fue muy grande y muy duradero. ¡Enhorabuena
a todos!
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