Todos hemos escuchado la expresión "¡Qué inventen ellos!" atribuida en diferentes obras y circunstancias al escritor español Miguel de Unamuno, en la primera década del Siglo XX. La misma surge en medio de una agria polémica entre dos bandos intelectuales, que se enfrentaban públicamente a través de artículos periodísticos, conferencias y cátedras universitarias, a veces hasta el nivel de la ofensa personal.
La polémica pasaba por la posición relativa de España en Europa. Un bando, liderado por José Ortega y Gasset, sostenía que España era un país atrasado respecto de las grandes potencia europeas (el Imperio Británico, el Imperio Alemán o la República Francesa). Y que el motivo de este atraso era que la producción científica y tecnológica de los españoles era muy baja respecto de estos países. Para ellos, el bienestar futuro de la sociedad pasaba por converger con estos países e incentivar la investigación científica y el desarrollo tecnológico.
El otro bando, liderado por Unamuno, no compartía esta visión, y consideraba que el desarrollo científico y tecnológico no era el modo de medir el bienestar o progreso de una sociedad. Consideraba, que el desarrollo cultural o moral tenía una impotancia mayor que el bienestar material de la sociedad. No creían, en definitiva, que el modelo de desarrollo propuesto por Ortega y Gasset fuese adecuado para España y, por tanto, no creían que el país estuviese atrasado respecto al resto de Europa.
Este enfrentamiento intelectual tampoco era exclusivo de España. El bando de Ortega y Gasset asumía las ideas del positivismo de finales del siglo XIX. Unamuno
había crecido bajo esta misma ideología, pero había ido cambiando con
el paso del tiempo hacia criterios más humanistas o existencialistas.
La expresión de Unamuno fue utilizada por sus críticos para denostarlo y atribuirle a él y a sus seguidores ese presunto atraso de España en Europa. A pesar de los años transcurridos la expresión sigue siendo utilizada tanto en el discurso periodístico como en el político. En general, como crítica a la sociedad española por su escasa producción científica y tecnológica y, en particular, la escasa prioridad que las ciencias y la investigación tienen en los partidos políticos, la administración pública y el tejido empresarial.
En realidad, Unamuno probablemente jamás pronunció las palabras que se le atribuyen, al menos no en el sentido literal que le atribuyen. En 1911 declaró: "Y he aquí el significado de mi exclamación, algo paradójica, lo
reconozco, "¡que inventen ellos!", exclamación de que tanto finge
indignarse algún atropellado cuyo don es el de no querer entender o
hacer como que no se entera".
Probablemente lo más aproximado a lo que realmente pensaba Unamuno es lo que puso en boca de uno de los personajes de su obra "El Pórtico del Templo" en 1906: "Inventen, pues, ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus
invenciones. Pues confío y espero en que estarás convencido, como yo lo
estoy, de que la luz eléctrica alumbra aquí tan bien como allí donde se
inventó."
Si lo analizamos detenidamente, en realidad, lo que vemos son dos visiones del desarrollo económico. Ortega defendía la investigación en ciencias básicas y la elaboración de patentes tecnológicas como fuente genuina de desarrollo. En la visión de Unamuno, sin desdeñar para nada la ciencia, esto no era tan prioritario como el aprovechamiento o aplicación de estas tecnologías.
Esta discusión sigue siendo perfectamente actual si la trasladamos a las empresas españolas en la Era Digital. ¿Qué debemos hacer? ¿Invertir en el desarrollo de nuevas tecnologías, con la esperanza de llegar primero que otros (y luego licenciarlas)? ¿O adquirir las tecnología desarrolladas por otros y dar forma a nuevas aplicaciones y modelos de negocio? ¿Ambas cosas son incompatibles?
Para tomar una decisión al respecto hay que considerar algunas condiciones de partida. La investigación en ciencias básicas y tecnologías punteras es mucho más costosa y de resultado más incierto que el ensayo de sus aplicaciones. Por otro lado, sus beneficios son mucho más altos, dado que tienen un efecto multiplicador (como cuando Microsoft introdujo su sistema operativo en los ordenadores de cientos de fabricantes).
Además, no todos los campos de investigación son iguales. Unamuno nos da otra pista: "en Suiza no pueden desarrollarse grandes marinos". Existen empresas, países o territorios con grandes ventajas comparativas para el desarrollo de determinadas tecnologías por tradición, necesidad o la suerte (de que naciera un genio en ellas). Por el contrario, también se pueden tener grandes desventajas, que hagan que invertir en ciertas tecnologías en una compañía o país, sea mucho más costoso y el resultado más incierto, que en otros.
Basado en esto, en mi opinión, ambas visiones pueden coexistir en una compañía o a nivel país. Lo verdaderamente importante elegir adecuadamente los campos en los cuáles invertir fuerte en investigación (donde el objetivo de ser líder es alcanzable) y aquellos en los cuáles debemos adquirir la tecnología y mejorarla o darle una mejor y original aplicación.
Si atisbamos en el pasado podemos apreciar lo que seguramente advirtió Unamuno:
Si atisbamos en el pasado podemos apreciar lo que seguramente advirtió Unamuno:
- La vacuna antivariólica se inventó en el Reino Unido, pero fue el Reino de España el primero en realizar una campaña de vacunación eficaz a nivel intercontinental (expedición Balmis) entre 1803 y 1806.
- Aunque la red eléctrica y el alumbrado público no se desarrollaron en España, su difusión fue muy rápida y ya en la década de 1880 estaba en línea con el resto de Europa y América.
- El telégrafo no se inventó en España, pero se extendió muy rápido. El telégrafo Morse fue adoptado como estándar en la Europa continental en 1851. Pero en 1855 ya había servicio público en España y en sólo 3 años se habían enlazado todas las capitales de provincias y las principales ciudades. Para 1900 la red era comparable a la de Francia.
- Los ferrocarriles se desarrollaron muy rápidamente. España desarrolló su primera línea comercial en Cuba en 1837) y, a pesar de su difícil orografía, entre 1855 y 1865 se construyó una red ferroviaria moderna a un ritmo muy rápido y homologable al resto de Europa.
- El cine llegó a España muy pocos meses después de su invención en Francia en 1895. Rápidamente entusiastas fotógrafos y emprendedores adoptaron la tecnología. La primera película argumental se rodó ya en 1897 y con animación en 1898.
Unamuno era perfectamente consciente de estos éxitos cuando formuló su célebre expresión. También sabía que, en algunos campos, España podía despuntar entre los líderes. Podemos citar a dos: la construcción naval (revolucionada por el submarino eléctrico de Isaac Peral) y el ámbito de la salud, con el desarrollo muy adelantado de la sanidad pública y las investigaciones pioneras de Miguel Servet o Santiago Ramón y Cajal.
En la actualidad, pasa un poco lo mismo. Existe un tópico o cliché repetido, a través de la prensa y en los debates políticos, de que España está a la cola de los países desarrollados en inversión privadas en I+D+i, registro de patentes o en el ranking de investigación universitaria. Todo lo cual es una verdad parcial, porque soslaya algunos aspectos importantes:
- Sin haber inventado el "smartphone", España es el líder europeo en la penetración de esta tecnología (10 puntos por encima de la media europea)
- Sin ser fabricante de equipamiento, España cuenta con las redes de 4G con mayor velocidad de descarga del mundo.
- Sin elaborar hardware o software básico originales, cuenta con líderes sectoriales globales de software de aplicación como Amadeus (turismo) e INDRA (Defensa), siendo España la 7ª potencia mundial por líneas de código desarrolladas
- Sin ser líder en investigación farmaceútica o en equipamiento médico, el sistema sanitario español (visto en conjunto) aparece en los ránkings, entre los 5 mejores del mundo, por cobertura, resultados y eficiencia. Varios hospitales y unidades clínicas aparecen siempre entra los centros mundiales de referencia.
- Aunque las Universidad españolas no sobresalen en ciencia y tecnología, dos de sus Escuelas de Negocios (el IE y el IESE) siempre están entre los 5 o 10 primeros en todos los ránkings mundiales.
Es más, las empresas españolas destacan en algunas tecnologías punteras como las energías renovables (a pesar de las polémicas), las infraestura de transportes, la investigación en materiales novedosos como el grafeno, algunas áreas de la industria aeronáutica y, por supuesto, en el sector de la restauración y de la moda.
Esta performance no sólo se produce entre las grandes empresas. En los últimos años, cientos de pequeños startups han aparecido para explorar nuevos modelos de negocio. Apps como LogQuiz ya han logrado batir las decenas de millones de descargas, así como Dogfight, iBasket, o similares. En el ámbito de la salud personal, Tu Peso Ideal y otras, alcanzan varios millones de descargas y han figurado mucho tiempo como líderes en los rankings.
En mi opinión, estas reglas siguen valiendo en la Era Digital. Si invierten en investigación de nuevas tecnologías en sectores donde no hay claras ventajas competitivas, probablemente no obtengan ningún retorno. En estos casos, sería mejor que adquirieran tecnología y buscasen formas originales de explotarlas ("aprovecharlas" diría Unamuno). En los sectores o nichos con claras ventajas es donde habría que poner el énfasis en I+D y mantener o alcanzar el liderazgo.
Del análisis objetivo y estratégico de la situación de cada mercado, dependerá que se tome la decisión correcta (resumiendo "Make" or "Buy"). El profesor Unamuno no abogaba en contra la tecnología como tal. Opinaba sobre como deberían los españoles posicionarse ante ella para obtener el mayor beneficio. Y su perspectiva sigue tan vigente hoy como en 1906.
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