Hace poco más de un año publicaba
este post (en "A un Click de las TIC") en el cual intentaba dar mi opinión sobre cuál era el principal
riesgo de seguridad que emanaba del uso de Internet por parte de las
organizaciones terroristas y cuál consideraba la mejor forma de contrarrestarlo.
Los últimos atentados en Europa
(Londres, Barcelona, Turku) y en EE.UU. (Charlottesville) han vuelto a poner de
manifiesto la importancia de evitar el reclutamiento y la radicalización de
individuos dentro de las propias fronteras de Occidente. Nuevamente, los
autores de estos crímenes no han atravesado ilegalmente nuestras zonas de
seguridad. Viven, literalmente, entre nosotros.
Enrique Dans ha contado en su blog la reacción de las empresas de Internet a los atentados de
Charlottesville, cerrando espacios para la publicación de contenido nazi o
xenófobo, lo que desencadenó un debate habitual sobre los límites de la
libertad de expresión, comprendida en la Primera Enmienda de la Constitución de
los EE.UU.
C. Otto, en esta publicación de“El Confidencial”, detalla la labor de las fuerzas de seguridad españolas en la
investigación, detección de focos e infiltración de grupos radicales, “frenando
estos focos de radicalización lo antes que podemos, antes de que vayan a
más".
Estas dos notas ilustran muy bien
las principales líneas de actuación en las que se suele trabajar para
dificultar y evitar la actuación propagandística y captación de los grupos
terroristas en Internet: la censura y la infiltración. Limitar explícitamente uso de los recursos de
Internet o, en forma implícita, obligándoles a autocensurarse para no quedar
expuestos ante las fuerzas de Seguridad.
Sin embargo, sigo pensando que no
se está haciendo suficiente énfasis en una tercera herramienta que intentaba describir en mi
artículo del año pasado: la contra-propaganda. Utilizar la red para difundir el
mensaje positivo que ponga en evidencia a los ideólogos, captadores y difusores
del discurso del odio. La foto que ilustra el artículo es un buen ejemplo de
esto.
La publicación de esta foto hace
mucho más daño a cualquier grupo terrorista que cualquier acción de censura
porque demuestra el sincero reconocimiento del ejército de un país de población
mayormente musulmana a la colaboración de su socio en Occidente en su lucha por
la democracia y la seguridad, contra un régimen fanático y de terror. El simbolismo de coronar la colina con las
banderas (como en Iwo Jima) es muy poderoso y transmite una idea de victoria y
confianza, mejor que cualquier comunicado de prensa.
Esta acción no es un acto aislado
ni un gesto teatral. Ni se hace en un
acto institucional o en una película de propaganda. Son los soldados que acaban
de ganar una batalla a sangre y fuego y capturar la colina del Estado Islámico,
los que despliegan la bandera. Una cruenta batalla en las que las fuerzas
libaneses tuvieron 14 bajas, entre ellas 3 muertos. Un pequeño gesto con una
gran historia detrás.
En el año 2006, la guerrilla
fundamentalista Hezbollah controlaba largas porciones del territorio libanés
cuyo ejército, débil, era incapaz de recuperar.
Desde estos territorios, cuya población civil estaba sujeta a una férrea
y violenta dictadura armada de los milicianos, se lanzaban ataques con misiles,
artillería y se realizaban frecuentes incursiones en el territorio de Israel.
El 12 de julio de 2006, uno de
estos raids que ocasionó 3 muertos y el secuestro de 2 soldados israelíes,
provocó una drástica intervención militar de Tel Aviv en el territorio libanés
que duró 34 días, mientras el Ejército del país apenas podía observar, impotente,
como israelíes y guerrilleros combatían entre sí. La operación israelí excedió
el objetivo original e incluyó un bloqueo naval y bombardeos en todo el país a
bases, infraestructuras y otras zonas controladas por Hezbollah (incluso en
algunos barrios de la capital, Beirut), provocando entre 300 y 600 muertos
civiles (según diferentes estimaciones), y el desplazamiento de 1 millón de
personas, una cuarta parte fuera del país.
Entre 500 y 800 combatientes de Hezbollah cayeron y 165 israelíes.
Un acuerdo diplomático impulsado
por la ONU facilitó la retirada de las tropas israelíes y el despliegue del
Ejército libanés en su lugar en la zona, por primera vez en 25 años. Pero para
evitar que Hezbollah pudiese reinstalarse en la zona, necesitaba reforzarse y
para ello contó con el apoyo de más de 11,000 soldados de la ONU, de una
veintena de países, bajo el nombre de UNIFIL.
En ese marco, llegaron al país las
tropas españolas con unos 1300 efectivos, el 15 de septiembre de 2006. Todo el
país necesitaba una enorme tarea de reconstrucción. La propia opinión pública
libanesa estaba enormemente dividida entre quienes repudiaban a Hezbollah y
quienes creían que estos simplemente habían “defendido la Patria”, ante un enemigo exterior.
En este artículo de “La Vanguardia”
se detalla la misión de las tropas españolas. Resumiendo:
“verificar el cese de hostilidades y vigilar que ambos bandos respetan
la Línea Azul de separación; apoyar el despliegue de las fuerzas armadas
libanesas en el sur del país, controladas antes por la guerrilla de Hezbollah;
apoyar al gobierno libanés en su responsabilidad de establecer una zona libre
de armas ilegales y evitar la entrada de armamento a través de las fronteras.
El cumplimiento de la misión no
fue nada sencillo a contar por las cifras:
“En estos diez años se han realizado 154.091 patrullas que han
recorrido 20.022.094 kilómetros, el equivalente 550 vueltas a la tierra. También
han realizado 1.423 acciones de desactivación de minas y restos de guerra, en
las que se han retirado 4.424 minas y artefactos explosivos, limpiándose una
superficie de 454.296 metros cuadrados, equivalentes a 45 campos de fútbol.”
La zona de competencia española
está ubicada en uno de los puntos más “calientes”: el sector Este. Pero uno de sus principales logros ha sido
ganarse la confianza de la población para sí, y para el propio ejército y
policía libanesas que, después de casi 30 años de ausencia, eran también un elemento
extraño para la población local. España
ha pagado un alto precio: 13 muertos y numerosos heridos en diferentes
incidentes.
En 2008, el comandante de UNIFIL, General
Claudio Graziano, llegó a un acuerdo con el ejército libanés para lanzar un
programa de cooperación cívico-militar (CIMIC). Este programa, ejecutado por el
ejército español en su sector, ha permitido electrificar zonas y desplegar
alumbrado público, asfaltar carreteras, entrenar a los efectivos de defensa
civil, dar clases de idiomas, proveer servicios de asistencia sanitaria y
veterinaria, o promover los mercados de artesanías locales.
Pero esta colaboración ha
continuado en todos los campos. En 2014, bajo los auspicios de Italia, se
estableció un centro de entrenamiento militar conjunto. Y recientemente el
Gobierno de los EEUU ha contribuido con donaciones de equipamiento militar y
logístico, además de la formación de 300 suboficiales libaneses en academias
militares en América.
Cuando en marzo de 2011, estalló
la guerra civil siria, la estabilidad del país volvió a estar amenazada, pero consiguió
evitar involucrarse en la lucha armada y aún fue capaz de recibir casi 700,000
refugiados (1/4 de la población). La
influencia de Hezbollah ha ido disminuyendo tanto en su dominio territorial,
como en las instituciones. En 10 años su
prestigio ha caído, sobre todo a partir de su apoyo al Gobierno de Assad en
Siria, y su involucramiento en la guerra civil, que muchos libaneses
interpretaron como un intento de arrastrar a su país a la misma.
La última amenaza ha sido la
invasión por parte de ISIS/DAESH, desde sus zonas controladas en Siria, de un
pequeño territorio en el noreste del país en 2014, que ocasionó fuertes
combates. En 2016, una alianza de partidos moderados, a la cabeza del Primer
Ministro Saad-al-Hariri, asumió el poder.
Desde julio de este año, el Ejército libanés ha lanzado una ofensiva
para reducir los últimos bastiones de ISIS en su territorio, lo que lleva a la
victoria de este último domingo.
La historia de los últimos 10
años de El Líbano es una historia de éxito de la colaboración entre Oriente y Occidente.
Aunque el éxito no sea completo, los últimos avances son prometedores. Pensar en un Estado estable y democrático no es un sueño naif. El
Líbano ya disfrutó de una “era dorada” en los años ´60, sobre todo durante el
mandato del Presidente Chehab, una época de prosperidad y paz interior,
consolidada en un Estado de Derecho, basada en las instituciones implantadas
por el Mandato Francés.
Occidente
dispone de los medios para dar a conocer esta historia entre la comunidad
islámica de nuestros países. Y poner en ridículo a quienes claman por la
retirada de “infieles”, “tropas de ocupación” o “cruzados”, o justifican los
actos terroristas por la presencia de nuestras tropas en estos escenarios del
Medio Oriente.